Macedonio de la Torre nació el 27 de enero de 1893, en la hacienda Chuquisongo –en el distrito de Usquil, provincia de Otuzco, departamento de La Libertad– en el seno de una antigua y tradicional familia de la ciudad de Trujillo, en la costa norte del Perú. La casona trujillana donde pasó su infancia, adolescencia y primera juventud se levanta en el jirón Gamarra y es conocida como de los Rosell-Collard. Actualmente lleva el número 441, pero antiguamente estuvo signada con el 13, y aún conserva su venerable prestancia destacada por una sencilla portada decimonónica, una fuerte reja encalada y un balcón republicano de discretas ventanas. Junto con la residencia vecina –que hoy ocupa el diario La Industria– son los vestigios monumentales más prominentes de esta céntrica calzada que se denominó antiguamente calle de los Plateros. Lo que fue hace un siglo una arteria apacible, enclavada en el corazón de la urbe, y cuya traza es de noroeste a sureste, soporta hoy un tráfago intenso de viandantes y automóviles, los contrastantes volúmenes de algunas insípidas edificaciones modernas y la proliferación de tiendas comerciales que han desfigurado con sus letreros y vitrinas lo que aún queda de las vetustas residencias antañonas.
Macedonio de la Torre y Gonzáles, padre del pintor, y Adelaida Collard Mendoza, madre del pintor.
Casona familiar trujillana que habitó Macedonio en su niñez y juventud y galería posterior donde transcurrieron los juegos infantiles del pintor.
La ciudad en que vivió el pintor era en el penúltimo lustro del siglo XIX una urbe recogida y silenciosa, sacudida muy de vez en cuando por graves acontecimientos nacionales como la trágica Guerra del Pacífico, en la que había perdido a muchos de sus hijos y soportado la imposición de cupos y las tropelías del ejército invasor. Por aquellos tiempos no cicatrizaban esas heridas que habían sido infligidas sólo una decena de años atrás. Igualmente, dos años después del nacimiento de Macedonio se sucederían los enfrentamientos de las montoneras de Nicolás de Piérola contra los caceristas, que arrebató hacia esas luchas apasionadas a la juventud de la época. Pero ese final de siglo anunció también el inicio de una larga estabilización política en que se sucederían varios gobiernos civiles que sembraron la esperanza de una auténtica convivencia democrática. Pero esa última década del XIX suscitó también en el mundo una renovada fe en el progreso basado en el desarrollo tecnológico y económico que desencadenaba en todas las latitudes el afán de modernidad. Una de las más significativas evidencias de este estado de cosas se daba en la agudización del anticlericalismo y liberalismo que profesaban los estamentos de comerciantes, frente al catolicismo perseverante que practicaban las familias aristocráticas. Expresión de ello era que los días domingo, mientras éstas acudían a la misa, la Logia Masónica “Cosmopolita Nº 13” izaba la bandera celeste en su local, y la Sociedad de Artesanos, presidida por el anarquista Reinaga, hacía flamear su bandera roja. Macedonio y su generación nacieron pues en la transición entre dos épocas: la del romanticismo, la de los buques a vela y vapor, la del ferrocarril y del caballo, la de las declinantes monarquías tradicionales y la belle époque, que concluirían con el estallido de la primera Gran Guerra, representando todo ello el pasado, frente al surgimiento de la modernidad impulsada por la electricidad, el automóvil, el avión, las comunicaciones alámbricas a distancia, las nuevas ideologías políticas y los manifiestos iconoclastas de las corrientes artísticas, que particularmente en la literatura y las artes plásticas pretenderían abrirle cauces revolucionarios al espíritu creador. Estas transformaciones marcarían profundamente a aquellos coetáneos suyos que nacían por los mismos años y que tendrían en el futuro una gravitación decisiva y protagónica en el destino de la cultura y la política como fueron –para señalar a sólo dos de los más notables– César Vallejo, nacido en Santiago de Chuco el 16 de marzo de 1892, y el primo hermano de Macedonio, Víctor Raúl Haya de la Torre, nacido tres años después de aquél, en la propia ciudad de Trujillo, el 22 de febrero de 1895. La irrupción de la generación que ya presagiaba el recio magisterio de Manuel González Prada, trazaría una clara línea divisoria entre las herencias del siglo anterior y las promesas, novedades, retos y combates del siglo XX.
Matrimonio de Eduardo Ganoza con Mercedes de la Torre Collard, hermana de Macedonio.
Salón prinicipal de la casona familiar de Trujillo en la actualidad.