Biografía. Parte III

(1920 - 1930)
Matrimonio y estadía en Europa

En esos años de la década del veinte ya empezaban a dar frutos maduros los antiguos integrantes de la bohemia pues Antenor Orrego detentaba la dirección del periódico El Norte –que apareció en 1923–, cuyo jefe de redacción era Federico Esquerre, redactor principal José Agustín Haya de la Torre, y colaboradores Víctor Raúl Haya de la Torre y César Vallejo. Asimismo, Víctor Raúl procedía a fundar en 1924, en París, la célula peruana del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana); Macedonio había efectuado en 1918, en Trujillo, una exposición individual de sus obras y el poeta Vallejo había publicado dos libros notables: Los Heraldos Negros (1918) y Trilce (1922). Por ese salón de “El Molino” pasaron otros poetas, periodistas y artistas jóvenes que asistieron eventualmente a esas veladas como Spelucín, Orrego, Manuel Seoane, Carlos Manuel Cox, Magda Portal, Carmen Rosa Rivadeneira, el violinista Manuel Tejada, Víctor Raúl y Agustín Haya de la Torre, José Eulogio Garrido y Carlos Manuel Porras. Inclusive la vinculación del anfitrión con sus invitados fue tan estrecha que Daniel Hoyle llegó a ser el primer secretario del APRA en La Libertad, sufriendo más tarde captura y prisión en el Panóptico de Lima a raíz de la revolución aprista de Trujillo y del asalto al cuartel O’Donovan en julio de 1932. Este notable animador cultural falleció en 1942.


En aquella década intensa, en que se definió la vocación pictórica de Macedonio, ocurrieron otros notables acontecimientos en su vida. En 1921 contrajo matrimonio con doña Adriana Romero Lozada Bello, hija de don Gustavo Romero Lozada y Laínez. Fue un enlace de auténticos artistas pues Adriana –a más de ser una de las damas más hermosas de Trujillo, con su tez marfileña, sus grandes ojos azules y su cabellera rubia– era una delicada y eximia pianista que sobresalía en sus interpretaciones de obras de Lizt, Chopin y Mozart particularmente. Durante el noviazgo no faltó la escena del novio violinista cortejando a la novia pianista ante las ventanas enrejadas de la casona de los Romero Lozada sobre el jirón Independencia –en la antigua calle de la Panadería– situada a pocos pasos de la Plaza Mayor y fronteriza al claustro colonial de La Compañía, convertido en local de la Universidad de Trujillo.


Luego de tres años de reposada vida de hogar, en que la pareja vivió en la casa de la calle de Plateros, se iniciaría en 1924 otra etapa cosmopolita y fecunda con el viaje a Europa en donde residiría hasta 1930. De los tiempos pasados con la bohemia norteña y en la casa hacienda de “El Molino” quedaban las primeras pinturas de paisajes de la campiña trujillana, de las haciendas familiares en la sierra de La Libertad y algunos retratos. Sus parientes y compañeros de generación se lanzaban a sus respectivas vocaciones en la política, la literatura, el periodismo y la filosofía, quedando en algunos versos de César Vallejo la impronta espiritual de los días gozados y sufridos en la primera juventud, como lo sugiere el poema “Bajo los álamos”, dedicado a José Eulogio Garrido y cuyas primeras líneas dicen:

“Cual hieráticos bardos prisioneros, los álamos de sangre se han dormido.

Rumian arias de yerba al sol caído, las greyes de Belén en los oteros…”

O del primer cuarteto de “Nostalgias imperiales”:

“En los paisajes de Mansiche labra imperiales nostalgias el crepúsculo;

y lábrase la raza en mi palabra, como estrella de sangre a flor de músculo…”

De la misma forma en que ya lo había hecho Macedonio, también en esa década el poeta emprendería viaje a Lima y, posteriormente, en junio de 1923, el periplo a Europa de donde no volvió nunca más. Allí, en París, se reencontraría años después con su amigo y paisano Macedonio y susurraría, azuzado por el recuerdo del terruño:

“Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita de junco y capulí;

ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita la sangre, como flojo cognac, dentro de mí...”

Salón de la casa rural "El Molino" donde se efectuaban veladas literarias y musicales. Al fondo se aprecia el retrato de Macedonio de la Torre pintado por Felipe Cossio del Pomar.

Macedonio tocando el violín

El ansiado viaje a Europa lo emprendió Macedonio gracias a los pasajes marítimos y una modesta pensión que le proporcionó el gobierno del presidente Augusto B. Leguía. El Viejo Mundo que encontró en 1924 fue el que había clausurado el siglo XIX con la gran conflagración mundial de 1914 a 1918. El que había visto la aurora de la Revolución Rusa en octubre de 1917, el que se reconstruía luego de haber sido durante un lustro doloroso campo de batalla, y el que abría sus puertas a la presencia arrolladora de las masas en el escenario político en donde fraguaba otro futuro trágico, al Nacional Socialismo alemán, al fascismo italiano y a las desorientadas clases dirigentes de los países donde predominaba la economía liberal y las balbuceantes democracias políticas. Paralelamente surgían en los territorios del arte corrientes iconoclastas, contestatarias y combativas –el dadaísmo, el superrealismo, el expresionismo, el futurismo, el realismo socialista, el cubismo...


Su primera estadía la hizo en Alemania a donde llegó en compañía de su esposa Adriana y los dos primeros hijos nacidos en Trujillo: Gustavo, que había visto la luz en la hacienda “Las Quintanas”, en Mansiche, en 1922; y Zoilita, nacida en el propio Trujillo, en 1923. Se estableció entonces en la ciudad de Dresde, antigua capital de Sajonia, emplazada en la confluencia de los ríos Elba y Weisseritz. Macedonio conoció esta histórica urbe en su esplendor, veinte años antes que los bombardeos aéreos aliados durante la Segunda Guerra Mundial destruyeran casi la mitad de sus edificios, incluyendo su hermosa Catedral, palacios y parte de la célebre Gemäldegallerie o Museo de Pinturas Antiguas. En esta ciudad estudió Macedonio con el profesor Henner, viajó por varias regiones de Alemania –especialmente Berlín y Munich– y conoció de cerca las manifestaciones de la tendencia expresionista germánica y las obras de quienes estaban influenciados por el fauvismo francés. En 1925, de Dresde se dirigió con su familia a Génova recorriendo detenidamente la costa ligur y efectuando visitas a Roma y Florencia. En aquella estadía, que se prolongó hasta 1926, conoció la obra de los impresionistas y futuristas italianos, y plasmó algunos lienzos con paisajes rurales y marítimos bañados por la luz del mediterráneo. De 1926 a 1927 se estableció en Bruselas realizando periplos por el interior de Bélgica y esporádicos viajes a París en donde finalmente se estableció con su familia desde 1927 a 1930, mediando un breve retorno al Perú en 1927. Este viaje duró aproximadamente cuatro meses, lapso en que estuvo en Lima y Trujillo, y emprendió un recorrido de algunas semanas por Puno y Cuzco, fruto del cual es una pintura mural que aún se conserva en la hacienda de Lucre, en la provincia cuzqueña de Quispicanchi. Junto con su arte se sucedieron en Europa las peripecias familiares pues en 1926, en Bruselas, nació su tercer hijo, Alberto, que tuvo un destino trágico pues a raíz de una caída sufrió una parálisis que lo inmovilizó hasta los siete años de edad en que falleció en Lima. En París la familia De la Torre-Romero habitó en una casa de la Rue de Vaugirard No 228, cerca de Montparnasse.