Biografía. Parte I

(1893 - 1910)
Infancia ("El Niño Rey")

El joven Macedonio de la Torre

Esos decisivos años de formación lo vincularon intensamente con la naturaleza a través de las lecciones del naturalista, entomólogo y apicultor Padre Puech, que cultivaba pacientemente en sus pupilos el estudio de la fauna del mundo a través de láminas, y la observación directa de la que poblaba el mar, las playas, los desiertos y los valles de Trujillo. Esas sabias explicaciones se complementaban con los procedimientos para fabricar panales de abejas –afición que mantendría Macedonio en su casa trujillana–, y el dominio de los secretos de las transformaciones de los gusanos de seda. Del lado de las humanidades estaba el Padre Blanc, quien le fomentó la lectura de obras épicas e históricas. En él encarnaba ese gusto galo del XIX por el pasado y las novelas basados en acontecimientos efectivamente acaecidos en los grandes momentos de la cultura europea. Ese siglo de Honoré de Balzac y de Víctor Hugo vivía ávido de esas monumentales reconstrucciones literarias que eran más verídicas que las pesadas historias que pergeñaban densos y grises historiadores decimonónicos. En los corredores del colegio los estudiantes miraban pasar también –deslizarse se diría– al Padre Standard, en quien vieron por primera vez los destellos de una alta espiritualidad. No obstante, quizá fue en Graff en quien el adolescente Macedonio fijó instintivamente su atención: aquel religioso sabía de música. Y seguramente fue a través de ese maestro que se le reveló su primera vocación artística por el violín, que más tarde sólo cedería ante la pintura, al deslumbrarse con el milagro del dibujo y el color.

La estudiantina del maestro Manuel Tejada en 1902 en casa de don Alberto Larco Herrera. Macdonio es el niño del centro entre sus primos Victor Raúl y Agustín Haya de la Torre.

La madre, las hermanas y el pintor hacia 1905: María Antonieta de la Torre Crespo, Luz de la Torre Crespo, Esther de la Torre Crespo, Teresa de la Torre Crespo, Mercedes de la Torre Collard, Adelaida Collard Mendoza, Elena Rosell Collard y Macedonio de la Torre.

Finalmente, todos los exalumnos de los lazaristas recuerdan con agradecimiento a quien los estimuló en la pasión por los ejercicios, las caminatas al aire libre y el deporte: el Padre Goujon. Este campeón de pelota vasca fue el encargado de recordarles que nada puede hacerse bien sin una buena salud y es posible que ese adiestramiento fuera decisivo para que el joven Macedonio fuera más tarde el trotamundos que fue. Y si no, que se recuerde su viaje a pie entre Santiago de Chile y Mendoza de Argentina, a través de los Andes, que efectuaría algunos años después.


Esa profunda impronta educacional tuvo pronto la ocasión de enriquecerla aún más pues desde niño Macedonio disfrutó por temporadas de la vida campestre ya que su padre dirigía propiedades rurales –como la hacienda Chuquisongo donde nació Macedonio– en las que vio el trajín y secretos de los ciclos agrícolas y ganaderos, y de donde provendría su original experiencia en observar la policromía de la naturaleza que con tanto amor plasmaría más tarde en sus lienzos o en aquellas esculturas elaboradas por las formas caprichosas y espontáneas de las piedras, los huesos y los arbustos que recogía al azar de sus paseos por los campos y las playas.