Macedonio de la Torre

Artículo por: Sebastián Salazar Bondy

Cerca de cincuenta trabajos ha reunido este in- quieto artista, y en ellos es posible comprobar cuán rica es su fantasía plástica, y qué buen provecho sabe sacar de sus recursos técnicos. Es precisamente de la conjunción de esa y otra facultad que este pintor obtiene sus mejores aciertos. Sin mostrar predilección por corriente alguna, sin dejarse ganar por determinados logros, ha sabido ir en cada dirección tras la expresión siempre sorprendente y plena de sugestiones. La pintura de Macedonio se caracteriza precisamente por eso: hay cimas a las que arriba gracias a una especie de iluminación imprevista. A partir de allí, él sabe ahondar en una suerte de desarrollo plástico de aquello de que la intuición lo proveyó. Es así como es lícito agrupar en series de un mismo acorde cromático y un idéntico contenido temático el conjunto de obras que expone. Están las que insinúan un ámbito terráqueo de cavernas resonantes, las que versan sobre la selva, las que muestran zonas serranas y montañosas, las que trasmiten la atmósfera costeña, las que constituyen abstracciones, etc. En cada una de estas series, Macedonio, con una inquietud juvenil que muchos principiantes quisieran, ha penetrado con seguridad, entusiasmo y emoción, echando mano no solo de esa amplia gama sino de toda clase de instrumentos de creación. Ha obtenido así efectos llenos de calor y verdad que merecen el nombre de pintura personal, efectiva, perdurable. Pero donde mejor ha calado es, sin duda, en aquellas telas en las cuales la imaginación que caracteriza al artista se ha manifestado en toda su plenitud material, es decir, en los paisajes. La naturaleza peruana –aunque a muchos cosmopolitas ello resulte molesto y hasta ofensivo para la dignidad de lo que ellos consideran el arte– está sublimada por medio de un conjunto de gradaciones cromáticas que se imponen al dibujo, como una emanación del amor con que Macedonio la mira y la retrata. El creador, en este caso, tamiza la realidad a través de sus pupilas y la da como testimonio de sí. Pintura de pasión más que de razón, a pesar del empeño de su autor de dotarla de teorías y análisis intelectuales, su nota más saltante es ese modo inesperado como brota del pincel, pese al cual no se divorcia de los motivos que la inspiran. En resumen, la exposición consagra a Macedonio como uno de los buenos pintores actuales de nuestro país.